Por "El Halcón" Hodson |
Por muchos años, la imaginación del ser humano ha volado
lejos y ha permitido inventar una cantidad inmensurable de cosas, que con el
paso de los tiempos, se han ido mejorando constantemente.
La imaginación del hombre ha demostrado ser
la mejor herramienta de la naturaleza. Una herramienta que permite la creación
de otras herramientas. El que podría considerarse el “torno” de la mente,
convierte una serie de datos, imágenes y memorias en una mezcla constante que
nos da como resultado una infinidad de posibilidades, tantas como personas
existen y han existido en el mundo.
La imaginación da paso a la inventiva. Y de la inventiva
nace la invención y todos los aparatos y procesos derivados de ella que ha
visto el hombre pasar durante toda su historia.
La creación de lo nuevo y el
refinamiento de lo existente, es la idea que llevó a los hombres de las
primeras eras a crear el concepto de lo divino. A final de cuentas, si el
hombre es creador de todo lo humano, el creador del hombre y de la naturaleza
es el creador máximo. El creador de todo lo que existe y por ello es aquel que
posee la divinidad. El padre de todo y el inventor supremo. Nuestro concepto de
lo divino siempre va ligado al reflejo de nuestra propia existencia. En esa
divinidad vemos potenciada exponencialmente nuestras capacidades. El ser máximo
es aquel que puede hacer todo lo que no hemos podido crear o pensar, y por ello
tratamos de alcanzarlo. Esta mecánica cósmica-humana es la que crea esta
paradoja contradictora, que hace que el hombre se mejore a sí mismo y mejore su
concepto de deidad con los años. Por referencia termina admirando lo superior.
Por decreto tradicional, todo lo que es desconocido o
inalcanzable al ser humano pertenece a dios, y todo lo conocido y alcanzado pertenece
al hombre. Y aunque la tradición del pensamiento nos dice que esto es lo
lógico, el pensamiento radical siempre trata de encontrar un camino entre el
tradicionalismo y el status quo, para alcanzar nuevos horizontes en esa
búsqueda del ser humano por alcanzar alturas cada vez más lejanas. El
pensamiento radical siempre está solo en la sociedad y acompañado en la
imaginación, porque lo que el ser humano institucionalizado no comprende y
teme, la imaginación lo admira y anima a continuar. Es la realidad misma del
hombre en sociedad la que impulsa y frena a aquellos que tienen la meta de
buscar la innovación. El impulso de romper el molde y el freno que trata de
encuadrar las ideas dentro del mismo lugar y momento.
Es por ello que desde que alguien imagino una realidad
diferente, siempre existió alguien que trata de evitar este cambio radical. Es
el status quo contra la renovación. Una lucha donde ninguno, y a la vez los
dos, tienen la razón, pero a su vez también ambos buscan encontrar un camino
hacia la auto realización humana. El paso de lo humano a lo divino para
humanizar la divinidad de lo que no conocemos o entendemos. El imaginar
realidades alternas donde una idea llevo al hombre a un punto diferente en la
ciencia o la cultura es aquello que impulso a los visionarios de todas las
épocas. Platón imagino un mundo de ideas, Confucio un mundo de pensamiento
lógico, Alejandro Magno una tierra unificada bajo un gobierno coordinado,
Jesucristo un mundo donde el ser humano ame a su prójimo, Galileo una tierra
que gira sobre su propio eje, Da Vinci una humanidad que viaja por los cielos y
bajo las olas del mar, Verne imagino que el hombre llegaría a la luna, Einstein
imagino al hombre a través del tiempo y el espacio, y sin duda alguna todos los
que han imaginado una historia y presente diferente han tenido la esperanza de
cambiar la realidad a su alrededor de algún modo significativo.
“El hubiera no existe”, reza el dicho popular, sin embargo
la historia de las ideas nos dice lo contrario. El hubiera si existe y existe más
que nunca en este momento. La ciencia ficción, la fantasía, los
retrofuturismos, y todos los movimientos culturales y literarios que la propia
sociedad trata de rechazar como validos terminan consolidándose en la mente de
aquellos que ven mas allá de la imaginación colectiva. Aquellos radicales de la
mente que se atreven a llegar más lejos que los demás en su forma de ver la
vida y que imaginan un mejor futuro.
Si lo divino es lo inalcanzable o inentendible, entonces
aquellos que tratan de alcanzar o dar explicación a este tipo de cosas, están
en lucha constante con la percepción de “lo que es” o “debe ser” en la mente de
los individuos de la sociedad institucionalizada. Es entonces que estas
personas en conflicto, tratan de alcanzar y entender lo divino en los términos
ya explicados, y si esto es así, entonces, ¿no es que todos los que tratamos de
innovar el pensamiento del ser humano, como actores en solitario,
independientes, pero actuando en conjunto con un mismo fin, no somos todos nosotros
mercenarios de lo divino, o mejor dicho, Mercenarios de Dios?
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